"El patchwork es vida"

“He encontrado lo que me llena. Diseñar el proyecto, elegir las telas. En mi casa tengo una habitación sólo dedicada al patchwork. Cuando empiezo un trabajo: trazo el dibujo, intento acoplar las telas y las técnicas, elijo los colores: fuertes”.

La tienda de Fina Serrano (1956, Valencia) es de colores. Y parece que ella también. Ha ordenado su universo alrededor del Patchwork. Ella y toda su familia. Desde hace doce años se dedican a los acolchados en España, norte de Francia y Portugal. Y como iba a más, montaron Le Follie, una tienda y, a la vez, escuela de esta disciplina. Todos los días hay cursos.

¿Cuándo decides montar la tienda?

Llevaba años dando clases en ayuntamientos: Benifarach, Foios, Rafelbunyol. Ahora la alumnas vienen aquí. A día de hoy tengo 91 apuntados en clases. De lunes a sábado, mañana y tarde, y una vez al mes, hacemos un monográfico de seis horas para explicar una técnica. Cada turno es distinto y cada alumno lleva su ritmo. Somos dos personas dando clases.

Siempre se asocia el Patchwork a la película “Donde reside el amor”.

Todo el mundo que viene saca esa conversación. De hecho, aquí tenemos pensado realizar una manta solidaria. Además de la película, aconsejo el libro “Los doce hilos de oro”. La historia de una abuelita que hace pachtwork y poco a poco cambia la vida de sus nietas.

¿Es cierta esa fama de terapia que se asocia a estas labores?

Aquí ha venido gente con depresión y me han dado las gracias por lo que les ha despejado. Y partiendo de la importancia del tratamiento, el patchwork consigue desconectar de la preocupación. La mente se ocupa en lo que quieres hacer, piensas tu proyecto. También es cierto que este hobbie engancha. Yo hice un cuento de “La gallina Marcelina” en una colcha. Inventé una técnica y vivía para hacerla. A veces hasta me levantaba a las dos de la mañana para arreglar algo y se me hacía de día.

¿Qué se necesita para hacer patchwork?

Primero paciencia, recortar y dibujar con cuidado, porque estos pasos han de ser muy exactos. Llevo doce años con esta labor y nunca se aprende del todo, siempre salen cosas nuevas. Y luego, de forma práctica, hay que visualizar el proyecto, escoger la paleta de colores. La mía, por ejemplo, es de colores muy alegres. El patchwork es vida.

¿Refleja una manta a la persona?

Tiene mucho que ver. Recuerdo el caso de una de las profesoras que vienen los viernes por la tarde. Me enseñó un trabajo de una alumna suya -muy bien hecho-, pero le dije que la manta transmitía mucha tristeza. Y me confesó que esa chica había pasado un mal momento. Yo por eso recomiendo poner colores alegres, como terapia.

¿Hay hombres en tus cursos?

Sí. Aunque la mayoría son mujeres, tengo uno el sábado por la mañana y otro por la tarde. No tienen la destreza de las mujeres pero sí la intención. Y ahí están, hay muy buen rollo.

¿Cómo es la dinámica de los grupos?

Se llegan a hacer amistades. Hay buena sintonía. Por ejemplo, la del miércoles por la tarde es el grupo de las meriendas. El del martes es de risas. Depende. Venir aquí no es sólo el patchwork, también el buen ambiente. No permito malos rollos. Quiero que se venga a pasar un buen rato.

¿Qué perfil tiene la gente que se apunta a los cursos?

Hay mucha gente joven, la verdad es que hay un nivel cultural alto. Hay médicos, abogadas, ingenieras. Y señoras mayores.

Se asocia este tipo de hobbies a la tercera edad.

Qué va. El patchwork está de moda. Pero la afición que hay aquí es igual que la de otros lugares, por ejemplo: Cataluña. Aquí para que la gente se apunte, el escaparate tiene que ser espectacular. En Barcelona o Terrasa este tipo de tiendas tiene lista de espera. Por las tardes, grupos de niños están esperando para empezar la clase. En Valencia esto todavía es impensable. Es cierto que es un hobbie algo elitista, todo el género es original: telas y material americano.

¿Qué ha pasado con el sector textil?

Es una pena. Aquí en España hemos tenido mucho algodón, telares. Y como se ha quedado atrás, hay que ir fuera a comprar. Siendo Valencia tan artista, artesana, con lo que nos gustan las manualidades… Habría que ir a más.

¿Qué le falta a Valencia?

Es la ciudad perfecta. Hoy en día el comercio no va como debería pero es por la crisis. Pero cuando pase, será la ciudad número uno.