Descubre cómo fue un día en el FIB 2012; Dylan decepcionó y los mancunianos estuvieron insuperables.

Por: Maxime Dodinet.

Después de la decepción Dylan, todas la esperanzas para “salvar” a esta edición 2012 del festival reposaban en la armada desembarcada desde el Reino Unido, y más, precisamente, desde la ciudad de Manchester, con unos de sus históricos representantes musicales en la persona deNoel Gallagher, y los esperadísimos The Stone Roses.

Ya eran las 20.15 horas cuando nos acercamos hacia el escenario Maravillas para dejarnos seducir por School of Seven Bells, buen aliciente para arrancar este tercer día de festival; lo vimos sentaditos, tranquilamente, era necesario ahorrar energía.

A las 20.45 horas se presentaban Robyn Hitchcock y sus Venus 3, amputados del guitarra de R.E.M.Peter Buck, baja de última hora. Asombraba ver la poca gente presente en el recinto a esa hora ya algo avanzada; si la palabra agobio a veces podía ser lo normal en anteriores ediciones, fue la tranquilidad la que más se repitió este año.

En ese mismo escenario, el Trident Senses, se subieron los veteranos de Buzzcocks para repartir tralla punk-pop que parece no envejecer con el tiempo. Era abrumador ver como esos tíos, que podrían perfectamente ser nuestros padres, lo daban todo, generosos, entregados y muy en forma. Poco a poco la gente se acercaba a tararear uno de los muchos himnos de la banda inglesa, hasta el llenazo que coincidió con la canción cumbre del concierto, “Ever Fall In Love”, la cual desató a todo el mundo. Olía a FIB, al verdadero, al que queremos, y sólo empezaba la noche.

Nos gustasen o no, hay que reconocer que Oasis, cuando eran, imponían mucho en el escenario. Ahora Liam con su Beady Eye, deja bastante indiferente; Noel, sin embargo, que despierta más interés con su proyecto en solitario, tenía que demostrar lo que podía dar de sí a la hora del directo. La verdad es que cuajó bastante bien la cosa. Quizás el nuevo repertorio de Noel no está precisamente tallado para escenario grande, pero Noel es Noel, y supo defenderse con creces. Así, sus “Death of You and Me” o “If I Had A Gun…” sonaron muy bien. Lo que hizo que la noche siguiera apuntando más alto fueron, obviamente, los repasos a algunos temas de Oasis, con un “Talk Tonight” precioso y un “Half The World Away” muy bonito. Pero el hermano mayor de los Gallagher se quedaba con un par de ases en la manga, ¡y qué par! “Whatever” sonó como lo que es: un himno para una generación entera, la que vibrábamos con las peleas de los noventa entre Oasis y Blur. De todos modos, el momento inolvidable fue una vez más el poder escuchar “Don’t Look Back In Anger”. La gente se abrazaba, miraba al cielo, levantaba los brazos para tocar algo inalcanzable que se acercaba muchísimo a la ¡felicidad en su estado más sencillo y puro! ¡Qué canción! ¡Épico!

Esa generación, la que se alimentó de Brit-pop durante unos cuantos años de la última década del pasado siglo, fue la misma que nunca había tenido la oportunidad de ver a al otro grupo de Manchester, The Stone Roses. Se especulaba mucho sobre lo que podían ofrecer un grupo después de 16 años de inactividad (y un concierto caótico en el FIB 1996 que firmó su condena de muerte). Se leía también por ahí que Ian Brown (en la foto) no llegaba, que cantaba peor que nunca, ¿acaso ha cantado bien un día? Eso no era lo importante, y los mancunianos se metieron a todo el mundo en el bolsillo con otro himno generacional para comenzar, “I Wanna Be Adored”. La banda sonó contundente, posiblemente mejor que en sus buenos tiempos; la voz de Ian Brown se escuchaba algo baja, pero el conjunto funcionaba. Es “fácil” acertar en el setlist cuando solamente has publicado dos discos en tu carrera. “Ten Story Love Songs”, “Waterfall”, “Love Spreads”, “Fools Gold”, “She Bangs The Drum”, pero sobre todo “Made Of Stone” y “This Is The One” dejaron en knock out a todos. Por fin, por fin escuchábamos esos himnos que sonaron tantas veces a lo largo de nuestras vidas, por fin… The Stone Roses convenció, y se les vio felices, fundiéndose en un sentido abrazo al final de la actuación. Volvían a nacer donde casi se les dio por muertos.

Después de aquello, todo parecía tener menos importancia, aun así quedaba algo de energía para ver a la electrónica de los canadienses Crystal Castles. Lo suyo era también pura energía electro-punk y durante una hora regalaron sus mejores temas empezando por su “Baptism”, mejor introducción imposible. Fallaron, eso sí, en los repasos hacía las canciones más emblemáticas de su primer disco: “Untrust Us” y “Crimewave” que no recibieron el tratamiento que merecen. Remataron la faena con un “Not In Love”, sin Robert Smith, y “Celestia”. Era muy complicado subirse al escenario Maravillas después de The Stone Roses pero Crystal Castles lo hizo y funcionó, poco más podíamos pedir para esta tercera jornada.