Vicente Latorre (Valencia, 1960) es el jugador del Levante que más partidos oficiales ha disputado en el club granota en sus 10 años y 10 meses de jugador.

Actualmente es presidente de la asociación de veteranos y miembro de la fundación del Levante UD. Además comenta sus partidos para Ràdio 9. Todo un símbolo del levantinismo que nos hace balance de su trayectoria. 

¿Cómo recuerda la época tan turbulenta que vivió el Levante UD hace pocos años?

La viví desde dentro, así que puedo contarla en primera persona. Meses antes de que el
Levante entrase en Ley Concursal viví lo más bonito de mi vida cuando, como presidente del SAM (Sindicato de Accionistas Minoritarios) nos pusimos un objetivo: Salvar al Levante de la desaparición. En esta época conocí a mucha gente buena y todos juntos lo intentamos de todas las formas para que el histórico Levante UD no desapareciera. Nos reunimos con el presidente Ramón Victoria, qepd, con responsables del Ayuntamiento de Valencia, con todo aquel que podía ayudarnos. Es lo más bonito que puede hacer un aficionado al Levante: parar su desaparición. Ahora miro que lo está pasando hoy y debo reconocer que entonces lo veía como inimaginable.

¿Cuál cree que fue el momento clave de aquellas fechas en las que el club estaba en venta?

Fue un viernes. El lunes siguiente un empresario cordobés llamado Tomás Cardona tenía
previsto comprar el club. Me llamó Ramón Victoria y nos fuimos a verle a un hotel de Valencia. Estuvimos hablando con uno de sus ayudantes. Queríamos saber quién iba a comprar al Levante y empezó a hablarnos de algunos fondos de inversión, entre ellos AIG, un holding mundial de seguros al que yo conocía bien porque desde que me retiré del fútbol profesional he trabajado en este sector y sabía que en Europa sólo querían patrocinar al Manchester United para darse a conocer pero sabía que no iban a patrocinar al Levante. Se lo hice saber. Cuando llegó el momento de que fuesen al notario para hacer efectiva la venta, no aparecieron. Hoy me alegro mucho de que esto fuese así.

¿En tus casi once años de levantinista, con qué momento te quedas?

Tuve muchos días felices. El ascenso a 2ªB en Orense, el de Nules a 2ªA. Lo único que no he hecho es subir en casa, lo he vivido con nuestros aficionados al regreso pero nunca pude
saborear un ascenso ganando el partido de casa. En todo caso, siempre me han valorado tanto mis compañeros como entrenadores y directivos. Me quedo con esto.

¿Y después del Levante?

Hay una historia que casi nadie conoce. Me llamaron para ir al Dénia. Y así lo hice. Me
acompañaron los directivos hasta el vestuario, me presentaron y en ese momento llamaron
a dos jugadores para que les acompañaran. Pregunté el motivo y me dijeron que para poder pagarme tenían que darles la baja. En ese momento, me volví a vestir y me marché. Les dije que para jugar yo no tenían que quitarle el pan a nadie. Luego todo se arregló pero fue un inicio muy traumático.

Usted es de los privilegiados que ha compartido entrenamientos y partido con el mítico Johann Cruyff. ¿Qué recuerdos tiene?

Era un espectáculo. Yo tenía 20 años. Jugué 22 partidos con él y el día que vino había 4000
personas viendo el entrenamiento. Me hice 1000 fotos con él. Fue un honor jugar a su lado.
Como anécdota recuerdo un partido en Granada en el que, con tres cambios de ritmo dejó
literalmente sentado a un defensa. No lo había visto nunca. Eso sí, lo de entrenar no lo llevaba muy bien. Rondos, pachangas y poco más.

Para finalizar, ¿nos puede relatar su momento más difícil como futbolista?

Fue en Madrid. Yo estaba haciendo el servicio militar y quería seguir jugando al fútbol, así
que me recorrí pueblo por pueblo con una foto del gol que marqué en el Bernabéu el día de
la inaguracion del marcador electónico, fue un Castilla 1 Levante 2, para ver si encontraba
equipo. Fue duro, al final, lo conseguí con el San Fernando de Henares, pero entonces me
frieron a guardias y no podía ir a entrenar. Tan joven y con tantas trabas, creía que el fútbol se acababa. Afortunadamente, aún me quedaba mucho por jugar.