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Como si fuera el fiel reflejo de la situación actual de industria de la música en directo, los cimientos de la mítica sala Arena Auditórium se vienen abajo.

Arena AuditoriumLa fotografía, sacada por una vecina del barrio del Benimaclet, muestra la decadencia de ese espacio que en los 80 y los 90 fue epicentro sonoro de Valencia.

El antiguo almacén de patatas reformado a principios de los 80 para el gozo de la música en vivo vio desfilar por su escenario (o por la acogedora Garaje, con menos aforo y situada en la parte superior) a primeros espadas del rock internacional y estatal como Depeche Mode, Pantera, Ramones, Pixies, Primal Scream, Radio Futura, Marilyn MansonBlur, The Cramps, Robert Plant, The Jesus and Mary Chain, Devo, Iggy Pop,Kraftwerk, David Byrne, Suede, The Cult, Paul Weller, PJ Harvey, Radiohead,Héroes Del Silencio, Manowar, The Breeders, El Inquilino Comunista, Simiestro Total, Bauhaus o Rammstein. Sí, no se froten los ojos y sequen sus babas, antes pasaban las giras importantes por esta mediterránea urbe. De amplio aforo y de cuidado sonido, Valencia no ha vuelto a tener un espacio igual. Ni el espejismo del malsonante Heineken Greenspace hizo que se tambaleara la supremacía de Arena como la mejor sala de Valencia ever.

Arena AuditoriumFundada en un principio como Pachá Valencia, cambió su nombre en 1988 por el inmortal Arena Auditórium, y así permaneció hasta su cierre en 1999. Somos conscientes de que varios experimentados empresarios del sector musical se han interesado, de un tiempo a esta parte, en revivir la sala, pero que la negativa del dueño (no precisamente preocupado por la salud de la música en la ciudad) y las trabas institucionales han imposibilitado su puesta en marcha. A uno le da por pensar que especularon demasiado con unos terrenos a los que la debacle de la burbuja inmobiliaria les explotó en la cara. Alumminosis mental. O vete tu a saber qué oscuros misterios encierra en su interior. Y ahora, claro, agonizan ante nuestros ojos como gacelas en el desierto.

Y nos llegan estas fotos justo la semana en que dos conocidas salas como Excuse Me? Club en Valencia y Nasti en Madrid echan el cierre. Y, por supuesto, no es casualidad. Veremos muchas caer si esto sigue así. Sabemos de algunas salas amigas que viven con la espada de Damocles sobre sus cabezas, noche sí, noche también. Y el problema, claro, es a nivel estatal, pero nuestras circunstancias siempre son para enmarcar. Si desde las instituciones no se deja de demonizar la música en directo; si no entendemos que el rock (y todas sus variantes) es un elemento cultural que bien vertebrado y con profesionales formados puede aportar, no solo riqueza cultural, sino réditos económicos a una ciudad, apaga y vámonos. Bien que tienen la lección aprendida con los macrofestivales (Murcia con el SOS 4.8 o Barcelona con el Primavera Sound, que han conseguido engrosar las arcas de sus respectivas localidades) y en otros países verbigracia Reino Unido. Pero no solo de las citas veraniegas vive el hombre; lo que da de comer a la obrera industria son las programaciones menores a lo largo de todo el año y al abrigo de las miles de salas y espacios que pueblan nuestro país.

Y claro, aquí, además, y para rematar la faena, se decidió poner el IVA más alto de toda Europa para este tipo de actividades. Precisamente también, vaya por Dios, esta semana aparecía en Elpais.com un interesante artículo sobre “la muerte del directo en España” por la subida del IVA en los eventos culturales, y que respaldaba la idea que no había que ser un lumbreras (menos un ministro) para presagiar la que se avecinaba: que el Gobierno no ha conseguido su objetivo de recaudar más con la subida del 8% al 21% porque los ingresos en taquilla; es más, han bajado drásticamente (casi un 30% de septiembre a diciembre de 2012).

Y ahora ya es tarde para muchos. En los meses que lleva el impuesto en vigor ya son muchas las empresas asesinadas y los trabajadores mutilados y deprimidos; son miles los artistas con talento que están sirviendo patatas en ciudades cosmopolitas de Centro Europa. Son incontables los conciertos que no disfrutaremos. Debe ser ya alguna vida cercenada, directa o indirectamente, por la toma de esta medida tan a la ligera.

No vamos a repetir aquello de que la cultura es un derecho básico para una sociedad moderna. Pues ya intuímos que nuestros interlocutores no saben lo que es parar el tiempo
mientras se hace girar un disco; no conocen la sensación de arrimarse a un amplificador y
quedar impactado para el resto de la semana. Así que, aunque sea por favor, se lo pedimos.  Sitúen el IVA en un lugar coherente. No fomenten los subterfugios que no benefician a nadie. Rectificar es de sabios (incluso siendo un necio).

Como el tejado de Arena Auditórium, la industria musical se hunde delante de nuestros jetos sin que podamos hacer nada. ¿O sí podemos? Quizá ha llegado el momento de pasar a la acción.